lunes, 24 de mayo de 2010

"La solución final"


http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1263826

En pleno fervor bicentenario, Cristina Kirchner encontró un momento de gran esparcimiento, como sugiere la foto que acompaña la nota del diario La Nación del miércoles pasado.

Parecería ser que la "señora" se dirigió a la Villa 31 a ¿celebrar? el crecimiento y expansión de ese lamentable asentamiento.


A lo largo de su excelsa (como siempre) alocución, se despachó con que "La transformación que ha experimentado este espacio, que se traduce en ladrillos, en construcción de mampostería, en chapas, implica y expresa la profunda transformación que ha tenido el país en estos años". Es decir, halagó y felicitó al emprendimiento inmobiliario desarrollado como consecuencia de la más absoluta necesidad por la que puede atravesar una familia, traducida en la falta de una vivienda; en la falta del cobijo y protección que la humanidad demanda desde que el hombre de Neanderthal se instalaba en cavernas.

Pero en algo tuvo razón: la "profunda transformación que ha tenido el país en estos años" es cierta. Lamentablemente, la transformación que ella halaga es aquella que convirtió a miles de personas en lo suficientemente pobres como para tener que mudarse a la villa 31, por ejemplo.

Así, el hecho merece un análisis desdoblado. Por un lado, meditar sobre las consecuencias de lo sucedido como prueba material de una hipótesis que vengo sosteniendo desde hace ya un tiempo; y por el otro, como ejercicio de interés psicológico para intentar al menos despuntar la magnitud de la incompetencia y malicia de esta mujer. Esta segunda perspectiva me excede
ampliamente, por lo que no será objeto de este comentario.

Mi hipótesis es que Kirchner y sus acólitos tienen un sólo objetivo: la perpetuación en el poder.

Estimar para qué pretenden esa perpetuación también excede largamente mis capacidades analíticas ya que no tengo entrenamiento en psicología o psiquiatría. Así que me limito a esbozar que, por las características del ejercicio del poder que vienen haciendo desde hace 27 años, el matrimonio y sus amigos tienen una desmedida y desmesurada ambición de permanencia en el cargo y en el poder formal y material.

Si bien no cuentan con una camarilla de intelectuales serios que les brinde el soporte intelectual suficiente y las herramientas dialécticas necesarias para la fundamentación de sus políticas, saben -por instinto, tal vez- que esas ambiciones chocan de frente con los mecanismos democráticos y republicanos que abraza la Argentina tanto en lo formal -por imperio de la Constitución Nacional- como en lo material -por el proceso democrático reiniciado en 1983-.

En consecuencia, saben que lograr el objetivo que persiguen, en medio de las desventajosas condiciones que la República y la Democracia les representan les demandará un sustantivo esfuerzo para acceder a los votos necesarios. Los caminos, entonces, se achican pero el mismo sistema les facilita las alternativas que consisten en: 1) contar con dinero suficiente, 2) para
comprar votos.

Por supuesto que el dinero suficiente no es el dinero propio de cada uno de ellos, o aquel que en países más civilizados proviene de aportes y donaciones de empresas e individuos afectos al proyecto propuesto por el políticio en cuestión. En nuestro caso, el dinero que utilizan Kirchner y su mujer es NUESTRO dinero, el que proviene de los impuestos que efectivamente pagamos quienes trabajamos produciendo bienes y servicios; y de la impresión de dinero que resulta en un coste silencioso y fatal, fundamentalmente para los que menos tienen: la inflación.

Identificado y solucionado el primero de los elementos indicados, resta advertir los mecanismos para efectivizar la compra de voluntades. A partir de ahí el surgimiento de mi hipótesis: la única manera de concretar esta segunda instancia es contar con una masiva cantidad de personas dispuestas a vender su voto y convertirse en los clientes electorales que los Kirchner necesitan.

Por supuesto que para ser eficaz esta mecánica demanda que la base clientelar sea sustantiva y expandida, ya que es la cantidad y no la calidad de votos la que cuenta para definir una elección. Entonces, ¿cómo lograr esa expansión de voluntades dispuestas a ser transadas? Mediante la pauperización de la gente. Sólo aquellos individuos que estén en condiciones de extrema pobreza, que no tengan sus necesidades básicas (como, por ejemplo, la vivienda) cubiertas, que no alcancen los umbrales mínimos de desarrollo intelectual y físico (desnutrición), que no vislumbren un futuro promisorio, para ellos y para sus hijos, y que -en definitiva- se vean en la obligación de recurrir al asistencialismo que les proponen los Kirchner están en condiciones de intercambiar sus votos por el dinero (insuficiente) que el Estado (o sea, ellos, los Kirchner) pueda entregarles en contraprestación.

Indiscutiblemente que la metodología sería necesaria temporariamente, ya que la misma aportaría los elementos para convertir la democracia y la república en un sistema más eficiente al que, por ahora, tienen que apelar, en el que la vocación autocrática y absolutista de Kirchner pueda desplegarse más económica y eficazmente.

Así, toda política que promueva la seguridad jurídica que fomente la inversión -doméstica y extranjera- directa con la consecuente creación de puestos de trabajo genuinos, la que junto con un sistema educativo expansivo y pragmático que permitan el acceso a esos puestos de trabajo a la mayor cantidad de personas posible, no condice con el objetivo final perseguido por Kirchner y su capitalismo prebendario y de amigos. Mucha gente educada, con trabajo y dignidad, con salud, seguridad e integridad física y moral, y justicia real, la que deviene de la aplicación irrestricta e indeclinable del Estado

de Derecho (que, a su vez, es consecuencia directa del sistema republicano de división de poderes) sólo pueden atentar contra el objetivo final de perpetuación en el poder que esta caterba de traidores a la patria persigue.

La culpa no es enteramente de ellos. Quienes tenemos la bendición de contar con educación, salud y nuestras necesidades básicas satisfechas estamos obligados a desenmascararlos, y a trabajar férreamente, desde el lugar que nos toque ocupar, contra este perverso y canalla objetivo. Y estamos obligados por la moral de procurar la verdadera socialización de los
derechos, la que sólo puede provenir de expandir las libertades individuales, viendo en los que menos tienen una fuente inagotable de potencialidades que sólo pueden pasar al acto en tanto las condiciones en las que se desempeñen así lo permitan. Y nunca esas condiciones pueden ser aquellas que promuevan su perpetuación en la indigencia y el asistencialismo.

Los pobres son pobres, no inútiles ni inhábiles. Son tan o más capaces que cualquiera de los no-pobres, y como sujetos de derecho, como individuos, deben ser respetados materialmente, más allá de las declamaciones condescendentes y caricaturizado como aquello "políticamente correcto".

En ese marco, la envergadura de la bestialidad de la que da cuenta la nota del diario La Nación no puede más que rebelarnos contra los Kirchner y su política nefasta. "A buen entendedor, pocas palabras", y en este caso, las palabras de Cristina Kirchner no pueden mas que interpretarse como el guiño cómplice a la hipótesis que sostengo. Su alegría por el crecimiento de la Villa 31 es, nada más y nada menos, que la confirmación del fin último perseguido por esta casta de delincuentes, que con absoluto desprecio por los otros, que se pavonea disfrazando miserias con ropajes de éxitos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por tu comentario. Por favor no olvides seguirlo para recibir las notas semanales. cgrlaw@gmail.com