lunes, 26 de abril de 2010

"Si el FMI solo mira el IPC tendrán razón los que creen que lo único que le importa es la deuda"

Por Fernando Alonso, secretario de Redacción.

http://www.cronista.com/notas/229247-si-el-fmi-solo-mira-el-ipc-tendran-razon-los-que-creen-que-lo-unico-que-le-importa-es-la-deuda

En este artículo el periodista parecería preocuparse porque el FMI no justifique los cuestionamientos de Guillermo Moreno y sus seguidores en cuanto a que la intervención del organismo sólo se refiera al "arreglo" que sus técnicos pudieran realizar al IPC, de modo tal que el índice se aproxime a las cifras reales.

Si así fuera, el objetivo perseguido al modificar el IPC sería el incremento de los intereses exigibles por parte de los titulares de bonos emitidos por el Estado Argentino con la cláusula de ajuste ceñida a ese índice. Esto haría que esos títulos rindieran más de lo que en la actualidad lo hacen merced a la estafa procesal que signfica para los acreedores de esos bonos la manipulación de datos del INDEK desde Enero de 2007.

Parecería, entonces, que el FMI estaría dándole la razón a quienes ven en él al instrumento de opresión favorito del discurso de la izquierda; el responsable de los oprobios económicos a los que se somete a las poblaciones de los países que se ajustan a los lineamientos impuestos por el organismo.

Pero la pregunta que cabe realizarse es ¿es esto efectivamente así? ¿Tiene la izquierda razón? Creemos que sí, pero por razones diametralmente opuestas a las esgrimidas por ella. Y amén del interrogante planteado, el artículo genera la necesidad de aclarar ciertos conceptos que, a nuestro criterio, merecen una revisión.

En primer término, cuando el kirchnerismo hace referencia a los tenedores de esos bonos lo hace identificándolos como "buitres" que, en mayor o menor medida, no pretenden otra cosa que no sea quedarse "con el dinero de los Argentinos".

Independientemente de la intencionalidad que cada uno de los tenedores de esos bonos a título individual pudiera tener, la realidad es que al percibir sus acreencias no estarían quedándose con nada que no fuera estrictamente suyo.

Los bonos, emitidos por el Estado o por los particulares, no son otra cosa que títulos de deuda en virtud de los cuales un deudor (el emisor) obtiene un préstamo de un inversor (el acreedor) quien acepta realizarlo, prestando su consentimiento en cuanto a los términos y condiciones de las emisiones en cuestión. Así, el contrato de mutuo que se celebra entre el deudor y el acreedor se perfecciona cuando el segundo realiza el efectivo desembolso del dinero prestado. Y lo hace por estar de conformidad con los intereses ofrecidos por el deudor en los términos y condiciones de cada emisión en particular.

Mientras que en la década de los '80 los Estados se endeudaban mediante préstamos otorgados por grandes bancos (o pools de bancos) en virtud de lo que se denominaba comunmente "Syndicated Loan Agreements", en los '90 y en adelante los Estados optaron por lograr financiación a través del mercado de capitales, y así, en vez de ser los bancos los prestamistas lo eran los inversores particulares (pequeños y/o sofisticados) quienes deseosos de encontrar un destino a sus ahorros adquirían estos bonos o títulos valores públicos (así denominados por la naturaleza del emisor, un sujeto de derecho público).

Pero, en definitiva, la naturaleza jurídica del intercambio es exactamente la misma. Sea a los bancos sindicados o a los inversores individuales, el deudor debe y el acreedor tiene un crédito contra el deudor.

Los "buitres que pretenden llevarse lo nuestro" en realidad son inversores que en algún momento desembolsaron una determinada cantidad de dinero, cumplieron la prestación a su cargo asumida en el contrato de mutuo celebrado y consentido (entregaron el dinero prestado) y no pretenden otra cosa que el cumplimiento de la contraprestación a la que la Argentina se obligó al momento de (i) emitir los bonos y (ii) percibir los fondos que los inversores pagaron al adquirir los bonos ofrecidos.

Entonces, es escandoloso presenciar cómo el hecho de esperar que el Estado Argentino honre sus obligaciones y devuelva el capital más los intereses prometidos se convierta en una pretensión de "buitres qeu quieren llevarse lo nuestro".

A partir de aquí, la premisa por la cual el FMI pretenda abocarse a la reinstauración del IPC como herramienta para normalizar los intereses adeudados por el Estado Argentino a los tenedores de bonos con cláusula de actualización por ese índice en sí, en principio no tendría por qué sufrir una valoración negativa.

Pero dicho esto, amerita aclarar que tal vez sí corresponda valorar negativamente la conducta perseguida por el organismo, aunque por razones muy diferentes a las que esgrimen los "morenistas", como los indetifica el autor del artículo periodístico.

Si bien no habremos de explayarnos demasiado sobre el asunto, es necesario identificar qué es el FMI, sus orígenes y sus funciones, de modo tal de presentar las razones por las cuales la intervención del FMI en el INDEK motiva, para nosotros, una valoración negativa.

El FMI se origina como consecuencia de los acuerdos de Bretton Woods, en los Estados Unidos en el año 1945, en concordancia con las teorías intervencionistas muy en boga por aquel entonces (y en la actualidad también, lamentablemente). Sus fundamentos podrían parecer a primera vista muy loables y altruistas, en tanto algunos de los objetivos previstos en su carta fundacional (Artículo 1) son promover la cooperación monetaria internacional, promover el intercambio internacional, erradicar la pobreza y facilitar "temporariamente" fondos para la solución de desajustes en las balanzas de pago ("Article 1 (v) To give confidence to members by making the general resources of the Fund temporarily available to them under adequate safeguards, thus providing them with opportunity to correct maladjustments in their balance of payments without resorting to measures destructive of national or international prosperity").

Sin embargo, desde la optica de la Escuela Austríaca de Economía, el FMI es un organismo innecesario y perturbador de los intercambios (de bienes, entre ellos las monedas, y servicios) que podrían tener lugar en un marco de libertad. Las consecuencias de esos intercambios serían siempre más eficaces de poder darse libremente, por lo que la existencia de un organismo como el FMI, amén de sus intencionalidades declamadas, no puede ser sino una circunstancia nefasta para el crecimiento y el desarrollo, en tanto los ciudadanos de los países miembros no sólo deberían lidiar con sus estados nacionales, sino también con este interventor supranacional de dimensiones gigantescas.

Dicho esto, aparecería claramente la respuesta al interrogante sobre qué tendría de malo que el FMI velara sólo por la normalización del IPC en el INDEK intervenido por la administración kirchenrista. Dado que el FMI es nada más que una entelequia de dimensiones abrumadoras, su injerencia en uno u otro sentido sería igualmente nefasta para el desarrollo del mercado.

Identificar al FMI con un organismo liberal es un error garrafal, en tanto ningún liberal que se precie puede aplaudir y convalidar el intervencionismo en las vidas de los particulares. Menos aún si ese intervencionismo presenta el rostro acromegálico de la suma de Estados cobijados bajo un mismo manto de presunta "legitimidad moral".

Para la Escuela Austríaca de Economía, el FMI no es más que un brazo ejecutor de la ideología impuesta por la clase política de los países miembros más ricos; con el agravamente que dichas políticas son más o menos socialistas, pero siempre socialistas.

Pero los perjuicios que el FMI arroja para los ciudadanos de los países que lo integran no sólo estriban en el intervencionismo metodológico o instrumental en virtud del cual pretende imponer sus políticas económicas, sino en el desequilibrio que el desembolso de fondos a gobiernos corruptos e imprudentes del Tercer Mundo causa en las monedas.

Es increíble que la izquierda haya identificado al FMI como uno de sus máximos enemigos en tanto es un acabado militante socialista que logra con mucha eficacia el objetivo de Robin Hood, ya que los gobiernos de Estados Unidos y Europa expolian a sus ciudadanos con el cobro de impuestos obscenos que luego van a parar a las arcas del FMI, el que -a su vez- los entrega con absoluta liviandad a los gobiernos tercermundistas, fomentando la corrupción y esparciendo la ineficiencia socialista.

En el interín, los contribuyentes americanos y europeos se empobrecen por los impuestos exorbitantes, y los pobres del Tercer Mundo se perpetúan en la pobreza cuando no caen a la indigencia. Los únicos beneficiados en todo este esquema "altruista": la clase política tanto de los países aportantes como los receptores de los fondos "administrados" por el FMI.